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November 3, 2014En los últimos meses la competitividad de la República Dominicana ha sido tema protagonista de foros, almuerzos, conversatorios y otros escenarios. Y es que, sin dudarlo, ser competitivos es una tarea obligatoria si queremos continuar con el desarrollo y crecimiento del país.
El pasado mes de septiembre, el Foro Económico Mundial (FEM) publicó el informe de competitividad global 2014-2015. La clasificación de este informe se basa en el Índice de Competitividad Global (ICG) que el FEC creó en 2014. El ICG define la competitividad como “el conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel de productividad de un país”, y su clasificación se calcula en base a doce (12) pilares de la competitividad: 1. Instituciones; 2. Infraestructura; 3. Entorno Macroeconómico; 4. Salud y educación primaria; 5. Educación superior y capacitación; 6. Eficiencia del mercado de bienes; 7. Eficiencia del mercado laboral; 8. Desarrollo del mercado financiero; 9. Preparación tecnológica; 10. Tamaño del mercado; 11. Sofisticación de las empresas; 12. Innovación.
De acuerdo al informe, todas las economías que ocuparon los primeros lugares del índice han desarrollado, accedido y utilizado los talentos de que disponen, y han efectuado inversiones que impulsan la innovación.
Y es justo aquí donde quisiera detenerme, en el uso de los talentos (¡que somos todos!) y en la innovación (según el Diccionario de la Real Academia Española innovar es mudar o alterar algo, introduciendo novedades). Si bien el Gobierno tiene una gran responsabilidad para llevar al país a ser más competitivos, estamos en el puesto 101 de las 144 economías estudiadas, recordemos que los países y las sociedades están compuestos por personas, por lo tanto, están llenos de talentos que debemos potenciar y desarrollar. Ya sea como empresarios o como empleados, seamos siempre innovadores para ser competitivos. No se lo dejemos al país, el país somos nosotros, no deleguemos una responsabilidad que nos compete a todos.
Capacitémonos para crecer, evolucionemos y adaptémonos a los cambios. Mientras más preparados estemos, más nos diferenciaremos y destacaremos ante la competencia. Desarrollemos la capacidad de movernos en diferentes escenarios. Innovemos, introduzcamos novedades en nosotros mismos. Si no lo hacemos, seremos una “copia”, uno más con un título, por lo que no seremos competitivos. Si queremos que nuestros ingresos sean interesantes, destaquémonos, trabajemos en la diferenciación que podemos ofrecer y en la actitud con la que nos enfrentamos a los retos. Hagamos las cosas diferentes para obtener resultados diferentes.
Trabajemos nuestra reputación y prestigio. Siempre será mucho más rentable invertir en nuestra propia innovación que en promociones para diferenciarnos de nuestra competencia. El público al que queremos dirigirnos es exigente, prefiere un extraordinario recurso humano, un talento, antes que una oferta de sacrifique la calidad, y si no es así, entonces deberíamos ser nosotros los que no digamos NO a ese cliente que acepta una propuesta mediocre. Pero eso no es todo, una vez invertimos en innovación y en capacitación, debemos comunicarlo y lanzarnos a las gradas, sólo participando y siendo activos conseguiremos nuestros objetivos. Recordemos que si no invertimos en nosotros mismos, si no innovamos, nuestra imagen se irá deteriorando progresivamente, o peor aún, olvidando progresivamente.
Estemos siempre disponibles y con una actitud positiva. Disfrutemos de lo que hacemos. Si mantenemos una actitud abierta, disponible y positiva, la energía fluye a nuestro alrededor. Celebremos con medida los triunfos y analicemos en profundidad las experiencias para sacar siempre el mayor provecho a la aprendido y experimentado. Invirtamos en capacitación que genere cambios en nosotros mismos y que nos ayuden en los procesos. Eso también es innovar.
Publicado en la Revista Sala de Espera.